El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.”, Hechos 9:15-16
Un instrumento es algo que alguien toma para hacer o producir algo; si es una pala o azadón, el que lo empuña lo usa como quiere bien sea para quitar la hierba o algún otro oficio; si es un instrumento musical, el músico logra sacar melodias. Ambos pueden usar bien sus instrumentos para tal fin, o usarlos mal y no lograr el objetivo. ¿Cuál es el punto, con esta ilustración?
Primero, que Dios es el que nos usa como instrumentos, pero él es perfecto y el que perfecciona al instrumento que usa. Y segundo, que no somos nosotros los que hacemos la obra, sino Él, que nos usa y refleja su gloria, sus atributos, por medio de nosotros; entonces es para su gloria, ¡no es de nosotros la obra, es suya!
Nosotros creemos en el que obra: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:4-5). el Señor por su misericordia nos da el privilegio de ser sus instrumentos, y que además nos llena de su gracia para poder ser usados: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.”, (1 Corintios 15:10).
No es de nosotros, “no yo, sino la gracia de Dios conmigo.” Así que entender, aceptar y creer esto, nos llevará a ser usados por el Señor, para que nuestro orgullo se quede lejos: “Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.”(Santiago 4:6).
Esto nos debe enseñar que hay una manera correcta de servir a Dios y una manera incorrecta. Que no es en nuestra fuerza que le servimos, no en nuestra carne, sino andando en su Espíritu, permitiendo que su favor nos lleve e impulse por medio de la fe a hacer su voluntad, no la voluntad de la carne.