Saliendo de la tentacion

Escrito el 23/04/2025
salomeperalta13


Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte Santiago 1:13-15

Los hijos de Dios, al igual que todo ser humano, somos de carne y hueso y estamos expuestos a las diferentes sensaciones, emociones y sentimientos que en nuestro cuerpo y alma se pueden experimentar, y es precisamente a través de esto que llegan las tentaciones a nuestra vida, porque hay deseos ilícitos, pensamientos impuros, sentimientos desbordados y conductas erradas, que si por algún motivo le damos cabida en nuestra vida, nos terminan llevando a caer en pecado.

Es por esto que, cuando se nos presente algún tipo de tentación que sea basada en algo que sabemos que no agrada a Dios, que no está bien o que no es correcto, no podemos de ninguna manera pensar que nos la ha enviado Dios y que entonces debe ser por algo bueno, que quizás el Señor quiere que experimentemos aquello que nos parece agradable, bueno o codiciable, puesto que, lo que realmente dice la Palabra, es que Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie, sino que cada uno de nosotros es arrastrado o atraído por sus propios deseos.

De manera que, queridos hermanos, no podemos ser ingenuos o insensatos en nuestra manera de pensar, sino que, cuando nos estemos sintiendo atraídos o seducidos por alguna cosa mala, debemos enseguida reaccionar entendiendo que es algo que no proviene de Dios, que no agrada a Dios y que no es para nuestro bien; y entonces, lo que sí debemos hacer en lugar de ceder a ello, es ir y entregárselo a Dios en la intimidad de la oración, pues la palabra de Dios en Hebreos 4:15 dice que Jesús puede compadecerse de nuestras debilidades por cuanto Él también fue tentado en todo, pero sin pecado; de modo que, confiadamente al trono de la gracia nos podemos acercar y por su misericordia y gracia, el oportuno socorro hallar, pues si de la tentación queremos salir, a Dios debemos ir, y a nuestro razonamiento renunciando para no terminar pecando.